Es una de las diez parroquias que durante el Medievo y la Edad Moderna tuvo Huete siendo
ésta la más antigua, asentanda, posiblemente, su fábrica sobre una antigua mezquita. El
estilo artístico es un gótico incipiente, raro ejemplo en la provincia de Cuenca.
El ábside poligonal, con sólidos contrafuertes en el exterior es del siglo XIII. Posee unas venta-
nas alancetadas con columna ajimezada o mainel en cada uno de los segmentos del pentá-
gono del ábside, éste se une con la nave principal durante el siglo XVI con un arco de triunfo con elementos clásicos.
En el interior los muros quedan delimitados por columnas adosadas con capiteles ricamente adornados con rostros humanos, elementos vegetales y heráldicos. Bajo el ábside hallamos una cripta que fue utilizada como panteón familiar por los Sandoval, en la que, según la tradición se conservó un cirio que estuvo iluminando durante los siglos de dominación musulmana al Santísimo Sacramento.
En la iglesia de San Nicolás de Medina existe una vela de gran tamaño, símbolo ancestral de la piedad del Barrio de Atienza. Curiosos y devotos se detienen junto ella. Los más jóvenes se preguntan cuál es su significado y finalidad. Muchos son los comentarios que circulan en torno a su origen, siempre envueltos de un gran misterio. Lo cierto y verdad es que es algo único en las iglesias españolas, un símbolo extraño, que pudiera compararse al botafumeiro de Santiago, o las más famosas reliquias como la de la Vera Cruz en Caravaca. No existe nada igual en la geografía peninsular.
Todos sabemos que su origen se encuentra en la antigua parroquia de Santa María de Atienza, que en 1785 se trasladó a San Nicolás de Medina y que fue destruido en la Guerra Civil. En el año 2000 fue reconstruido con el mismo peso que tenía el antiguo: 47,5 kilogramos (fue bendecido el día 27 de diciembre y costó 30.000 pesetas. La peana fue realizada por el carpintero local Paco Martínez). Desde entonces se conserva de nuevo en la iglesia de San Nicolás.
En 1896 el ilustre juanista Cayo Aél publicó un artículo sobre esta vela gigante que reproducimos a continuación:
El cirio de Atienza por Cayo Aél Cuesta (El Correo católico, Año IV, 120, 1896, mayo, día 23),
En la procesión de San Juan figuró el Cirio de Atienza, cuya historia se refiere a los apuntes que siguen: Al Noroeste, dentro del perímetro de la ciudad antigua, conservase aún una ermita cerrada al culto divino, y que sirve al presente de depósito de cadáveres del cementerio adyacente. Se llama Santa María de Atienza. Es la capilla mayor del que fue templo parroquial de esta advocación, el más antiguo indisputablemente de la ciudad, y donde los optenses comenzaron a dar culto a Dios y a su Santísima Madre. Esta sola circunstancia fuera suficiente para mirar con santa veneración y respetuoso cariño tan humilde santuario. Por dentro nada ofrece en particular, pero su exterior, aunque sumamente deteriorado por la acción del tiempo, conserva todavía algunas ventanas ojivales de exquisito gusto que revelan los buenos tiempos de esta bella arquitectura en nuestra patria. En esta iglesia se veneró la antiquísima imagen de Nuestra Señora de Loreto que al presente se encuentra en la iglesia parroquial de San Nicolás, con una hermandad que se precia, con razón, de ser la más antigua de la ciudad. Hay que pagar este merecido tributo de justicia a la piedad de los moradores del barrio de Atienza.
Bajo el pavimento de esta ermita hay una cripta o bóveda, en donde refiere la tradición estuvo oculta la imagen de Nuestra Señora, y al descubrirla se halló encendida una vela o cirio que se calcula estaría ardiendo sin consumirse, más de trescientos años. Esta vela prodigiosa se conserva aún, pues túvose la feliz idea de colocarla en el corazón de un cirio de algunas libras de cera que se renueva de tiempo en tiempo. En los primeros siglos se llevó por persona muy caracterizada, con un portacirios pendiente de los hombros, en las procesiones generales del Santísimo Sacramento y San Juan Evangelista. Posteriormente el entusiasmo le dio tales dimensiones que no fue posible llevarlo a mano por solo sujeto, pues llegó a tener de peso más de diez arrobas y fue preciso colocarlo en andas a propósito, hermosamente talladas, que es como hasta hoy se lleva por cuatro devotos de la feligresía en las procesiones de las solemnidades referidas. Este cirio milagroso es tenido en mucha estima por todos, como reliquia de gran valía. Simboliza una época de gran piedad en esta población, y da extraordinario realce y ostentación a las procesiones donde se lleva encendido.
¿Qué hay de verdad en la leyenda?
Así nos lo cuenta Cayo Ael en 1896, pero ¿qué hay de verdad en la leyenda? La información que ha aparecido en los archivos sobre esta vela es escasísima. El dato más antiguo que hemos encontrado es del año 1645. En ese año se menciona a “los seises del cirio” en el libro del Cabildo de San Juan Evangelista (1620-1449), conservado en el Archivo parroquial de Huete. Con ello se constata que su existencia es muy antigua y que su origen está relacionado con la parroquia de Atienza y la Hermandad de San Juan, puesto que lo acompañaban sus seises en las procesiones.
Posteriormente existen otras referencias sobre el cirio, que son de gran interés, las encontramos en el libro Historia manuscrita de Huete de Vicente Martínez, de 1898, en el que recoge algunos documentos que este autor encontró y que se han perdido.
En 1788 la Comisión de San Juan escribió al obispo de Cuenca para que el cirio de Atienza pudiera seguir saliendo en la procesión del apóstol, justificando el intento de supresión por parte de un “sujeto nada afecto al Barrio”. El obispo de Cuenca, vista la situación, ordenó que se construyesen unas andas para transportarlo, en vez de que se llevase por una sola persona con un portacirios o alforjas.
Parece ser que al principio pesaba cuatro arrobas (46 k), y por el decreto del obispo y la decisión de llevarse en andas se amplió hasta ocho arrobas (92 k). En 1850 se rompió el cirio y se volvió a renovar, lo mismo que ocurrió en 1862, dejándolo en 105 libras (47,5 k).
En 1936 fue destruido en la Guerra Civil, y en el año 2000 fue reconstruido por la Hermandad de Loreto, dejándolo en el peso exacto de 105 libras, que es como estaba antes de su destrucción. El actual es un poco más grueso y no tan alargado como era el antiguo, lo que se comprueba en la fotografía de la procesión de San Juan de 1932.
En origen, el cirio salía en las procesiones del Corpus Christi, Jueves Santo y San Juan. Con el inicio del siglo XX, tal vez por la llegada de las bandas de música, perdió relevancia y dejó de salir en la procesión de San Juan para salir en la de San Juanillo, donde el protagonismo se reservaba al galopeo delante de la imagen al son de la dulzaina y el tamboril, como se constata en el programa de 1929. En la actualidad el cirio no sale en ninguna procesión, únicamente se enciende en las funciones de la Virgen de Loreto y San Juanillo. En algunas ocasiones se ha incorporado como elemento decorativo en al altar de la Virgen de Loreto en el Corpus Christi.
Se supone que el cirio de Atienza debió tener una gran antigüedad, y su origen estaría relacionado con un milagro concerniente al paso de Huete de manos musulmanas a manos cristianas. La leyenda que nos ha llegado infiere a que los cristianos abandonaron la parroquia ante el avance musulmán, y que la vela estuvo iluminando al Santísimo durante varios siglos, hasta que los cristianos volvieron a la ciudad, descubrieron la cripta de Atienza y encontraron el legendario cirio todavía encendido.
En 1784 se suprime la parroquia trasladándose sus enseres y las devociones que allí se ejercían a la Parroquia de San Nicolás de Medina. Entre ellas se trasladan las Hermandades de San Juan Evangelista, Nuestra Señora de Loreto y San Antón.
En 1790 se derribó la nave de la iglesia, dejando únicamente el ábside que quedó como
ermita para el cementerio que allí se instaló para el Barrio de Atienza hasta 1910, cuando se crea el Cementerio Municipal.
Mediante Real Decreto en 1982 se declara Monumento.
Para saber más lea el artículo de María José López Rubio para el catálogo Esplendores de la Devoción en San Nicolás el Real.